En el marco del festival ¡Qué viaje!
Desde la reanudación oficial del turismo en Argelia en 2022, puedo volver a compartir mi pasión acompañando a los viajeros. Acabo de pasar tres meses entre arena y montaña, principalmente en los macizos de Tassili y Tadrart.
Las montañas son galvanizantes, transmiten una energía vertical que trasciende y limpia de pies a cabeza. Las rocas absorben los tormentos. Están vivas. Grito, me devuelven ecos sutiles y potentes. Me hablan. Había lágrimas para limpiar el alma y risas interminables para alimentarla.
El desierto arenoso impone el silencio y no me atrevo a perturbarlo. La inmensidad horizontal que proyecta nos inclina a la contemplación. Lanzo mi mirada a lo largo y ancho de este mundo y del mío propio. Tumbado sobre sus curvas, vibro suavemente contra su piel suave y cálida. El desierto afina nuestras prioridades y lava todas las preocupaciones no existenciales.
Las fotografías que aquí presentamos no pueden reflejar toda la dimensión del Sáhara. No son más que pequeñas ventanas que se abren a la intensa luz que desprende el desierto. Se suele decir que el desierto no se puede contar, ni se puede mostrar: las fotografías no bastan para comprenderlo. Hay que vivirlo, experimentarlo, sentirlo en su totalidad. Esta exposición es una invitación a descubrirlo, un punto de partida para una inmersión que no le dejará indiferente.
de 9 a 19 h: de lunes a sábado
Desde la reanudación oficial del turismo en Argelia en 2022, puedo volver a compartir mi pasión acompañando a los viajeros. Acabo de pasar tres meses entre arena y montaña, principalmente en los macizos de Tassili y Tadrart.
Las montañas son galvanizantes, transmiten una energía vertical que trasciende y limpia de pies a cabeza. Las rocas absorben los tormentos. Están vivas. Grito, me devuelven ecos sutiles y potentes. Me hablan. Había lágrimas para limpiar el alma y risas interminables para alimentarla.
El desierto arenoso impone el silencio y no me atrevo a perturbarlo. La inmensidad horizontal que proyecta nos inclina a la contemplación. Lanzo mi mirada a lo largo y ancho de este mundo y del mío propio. Tumbado sobre sus curvas, vibro suavemente contra su piel suave y cálida. El desierto afina nuestras prioridades y lava todas las preocupaciones no existenciales.
Las fotografías que aquí presentamos no pueden reflejar toda la dimensión del Sáhara. No son más que pequeñas ventanas que se abren a la intensa luz que desprende el desierto. Se suele decir que el desierto no se puede contar, ni se puede mostrar: las fotografías no bastan para comprenderlo. Hay que vivirlo, experimentarlo, sentirlo en su totalidad. Esta exposición es una invitación a descubrirlo, un punto de partida para una inmersión que no le dejará indiferente.
de 9 a 19 h: de lunes a sábado